La mayoría de los pequeños municipios brasileños, cuya población va hasta los 100 mil habitantes, y donde se concentra a su vez la mitad de la población brasileña, no cuenta con un fondo de financiamiento de acciones de adaptación a los cambios ambientales, tales como la elevación de la temperatura y el aumento del volumen de lluvias, o para incrementar la resiliencia y mitigar los impactos de los desastres naturales

La falta de recursos económicos y humanos para afrontar problemas ambientales y desastres naturales que se observa en estos pequeños municipios –que representan el 95% de los núcleos urbanos brasileños– los vuelve más proclives a ser arrasados por calamidades ambientales como la que ocurrió en la localidad de Mariana, en el estado de Minas Gerais, en noviembre de 2015.

Éste fue el análisis que realizó Ricardo Ojima, docente del Departamento de Demografía y Ciencias Actuariales de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN), durante su conferencia en el seminario “Finding solutions for urban resilience to nature’s challenges”, realizado entre los días 28 y 29 de noviembre en la FAPESP, en São Paulo.

El evento, organizado por la FAPESP en colaboración con la Finnish Funding Agency for Innovation (Tekes, por sus siglas en finlandés), de Finlandia, tuvo por objeto fomentar el desarrollo de nuevas colaboraciones científicas entre investigadores del estado de São Paulo y finlandeses, y presentar los resultados de investigaciones apoyadas por la FAPESP en áreas tales como resiliencia urbana, meteorología, planificación urbana y seguridad hídrica.

“Si un desastre ambiental de la magnitud del que sucedió en Mariana hubiese ocurrido en São Paulo, por ejemplo, la cantidad de muertes seguramente sería mayor, y afectaría el funcionamiento de la ciudad, pero no la habría destruido completamente”, estimó Ojima.

“En tanto, en el caso de un municipio pequeño como Mariana, un evento como la rotura de una represa de minerales puede representar el fin de la ciudad, de su patrimonio histórico y cultural y de las relaciones afectivas que sus habitantes establecieron con el lugar”, comparó.

De acuerdo con el investigador, quien realizó un posdoctorado con Beca de la FAPESP, en cifras absolutas, las mayores ciudades brasileñas –cuyas poblaciones totalizan más de 500 mil habitantes cada una, concentran la otra mitad de la población brasileña y representan un 5% de los municipios del país– tienen una mayor cantidad de gente expuesta a las alteraciones y a los desastres ambientales.

Con todo, los pequeños municipios tienen menos recursos, mayores dificultades de gestión y menor capacitación técnica como para afrontar problemas ambientales. “Estamos al filo de la navaja con relación a la adaptación de las ciudades brasileñas a los cambios ambientales y de resiliencia a los desastres naturales”, afirmó.

Según el investigador, se hacen necesarias inversiones referentes a dos situaciones: de adaptación y de aumento de la resiliencia de las grandes ciudades, donde una cantidad mucho mayor de gente puede verse afectada por un único evento extremo, y de búsqueda de mecanismos tendientes a mejorar la capacidad adaptativa e incrementar la resiliencia de los pequeños municipios, que pueden verse completamente arrasados por un desastre como el de Mariana.

El aumento de la exposición

En común, tanto en las grandes ciudades como en los municipios pequeños de Brasil se ha venido observando un aumento de la cantidad de habitantes que viven en condiciones precarias, lo cual contribuye a elevar su exposición a los desastres ambientales, apuntó Maria Camila Loffredo D’Ottaviano, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP).

Según datos que presentó la investigadora, recabados en el marco del Censo Demográfico de 2010 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el 5,61% de las familias brasileñas vive en favelas, de las cuales el 9,79% se encuentra en la región metropolitana de São Paulo y un 9,95% en São Paulo, la ciudad en donde vive el 10% de la población del país.

“El estudio del IBGE considera como familias que viven en favelas a aquéllas que declaran que viven en áreas ocupadas. De este modo, la población que vive en loteos irregulares en áreas precarias de los alrededores de las represas de Guarapiranga y de Billings, en São Paulo, por ejemplo, no es computada en el apartado de habitantes de favelas”, explicó D’Ottaviano.

Al incluir a esas familias en el conteo, el porcentaje de domicilios del municipio de São Paulo situados en áreas precarias llega casi al 30%, señaló la investigadora.

“Existe una gran concentración de áreas de favelas en la zona sur de la ciudad, donde están las represas Guarapiranga y Billings, y otro tanto sucede en la zona norte, en Cantareira, donde existe un área de protección ambiental, y en el extremo este de la ciudad. Esta situación empeoró mucho en 2010 en comparación con 2000”, señaló.

Los habitantes de estas áreas precarias son los más afectados por las alteraciones del régimen de lluvias, por ejemplo. Esta vulnerabilidad puede ser consecuencia tanto de la variabilidad climática natural como del crecimiento de la urbanización, que contribuyó para agravar los efectos conocidos como “islas de calor” –un fenómeno climático que se produce fundamentalmente en las ciudades con elevado nivel de urbanización, como São Paulo, donde el aire y las temperaturas de la superficie son más calientes que en las áreas rurales de los alrededores–, consignaron investigadores que participaron en el evento.

Con el aumento de la urbanización, el suelo de la ciudad –antes protegido por la vegetación remanente de Bosque Atlántico– se volvió impermeable, al quedar cubierto por materiales tales como asfalto y hormigón, que absorben mucho calor y no retienen humedad.

De este modo, durante el día el clima de la ciudad se vuelve sumamente cálido, en tanto que por las noches el calor acumulado se libera hacia la atmósfera. La humedad relativa del ambiente de la ciudad se reduce y la evaporación del agua del suelo para la formación de nubes se acelera.

“Hay espacio para estudiar exactamente la localización de las islas de calor en la ciudad y la utilidad de los bolsones verdes para mitigar los efectos de este fenómeno climático en determinadas zonas de la ciudad, tales como los bajíos”, dijo Humberto Rocha, docente del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la USP durante el evento.

“Todavía tenemos que producir mucha ciencia para dilucidar cuestiones de escala y de adjudicación de causas de los cambios climáticos en ciudades como São Paulo”, señaló.

Falta de conexión

A juicio de Paulo Saldiva, docente de la Facultad de Medicina de la USP, las universidades brasileñas ya producen una cantidad significativa de estudios sobre las ciudades.

La USP, por ejemplo, es la cuarta universidad del mundo en lo que hace a cantidad de trabajos indexados en Web of Science, y la tercera en estudios relacionando con ciudades y salud.

Sin embargo, la gran dificultad reside en traducir los resultados de estos estudios en soluciones integradas y que los administradores públicos las implementen, apuntó.

Para ello, según Saldiva, se hace necesario demostrarles a los gestores cuánto podrán tener que pagar en caso de que no implementen las soluciones propuestas y los daños que se le causará a la población, señaló.

“En el caso de Brasil, donde los alcaldes afrontan dificultades económicas, urge apuntar los efectos futuros o los beneficios inmediatos en términos económicos”, sostuvo.

También participaron en el evento Carlos Henrique de Brito Cruz, director científico de la FAPESP; Jarkko Wickström, coordinador de Cooperación para Educación, Ciencia e Investigación Científica de la Embajada de Finlandia en Brasil, y Ari-Matti Harri, del Finnish Meteorological Institute (FMI).

Fuente: Agencia FAPESP