Hace unos 800 millones de años, nuestro planeta tal vez hiciera algo que aún no ha podido ser demostrado: girar sobre uno de sus lados para equilibrar su propia masa.
Este hecho, sobre el que los científicos han teorizado desde mediados del siglo XIX sin que hubiera habido hasta la fecha pruebas físicas que lo demostraran, podría evidenciarse ahora gracias a unos sedimentos de esa época hallados en un archipiélago noruego.
El magnetismo de las rocas de entonces describe el magnetismo que tenía la Tierra hace 800 millones de años, lo que quiere decir que es un reflejo fiel de lo que acontecía en esa época en nuestro planeta. Los científicos que han hecho este descubrimiento buscan ahora nuevas pruebas en otros lugares que corroboren la posibilidad de que la Tierra se inclinara para equilibrarse. Por Yaiza Martínez.
En un pasado lejano, la Tierra basculó sobre uno de sus lados con el fin de mantener su equilibrio, y quizá pueda ocurrir de nuevo en un futuro remoto, señala un equipo internacional de científicos encabezado por el geólogo Adam Maloof de la universidad norteamericana de Princeton.
Para comprender el fenómeno, debemos imaginarnos que la Tierra sufriera una transformación tan profunda como para forzar que el planeta entero girase sobre uno de sus lados hasta inclinarse de tal forma que Alaska se situara en el ecuador.
Los científicos de Princeton han acumulado el primer corpus de evidencias de que este tipo de “gran transformación” realmente sucedió en algún momento del lejano pasado terrestre.
Teoría revisada
Analizando la composición magnética de antiguos sedimentos encontrados en el archipiélago noruego de Svalbard, situado en el océano Glaciar Ártico, Maloof ha dado credibilidad a una teoría de 140 años relativa a la forma en que la Tierra pudiera restablecer su propio equilibrio en caso de que se diera una distribución desigual de su peso por alguna situación superficial o externa, como el surgimiento de un volcán gigantesco.
Esta teoría, denominada “True polar wander” o TPW (deriva verdadera de los polos) señala que una parte del planeta sólida aunque elástica puede moverse rápidamente con respecto a su propio eje de giro. Ese movimiento lo provocaría un objeto de suficiente peso –como el volcán mencionado- y situado en el eje del planeta. La rotación de la Tierra tiraría gradualmente de dicho objeto hasta apartarlo del eje terrestre.
Si los volcanes, tierras u otras masas existentes en la Tierra giratoria llegaran a ser suficientemente desequilibrados, el planeta podría inclinarse y rotar hasta que ese peso extra fuera resituado en un punto del ecuador.
Los sedimentos recogidos del archipiélago noruego ofrecen la primera evidencia válida de que este fenómeno de la teoría TPW realmente sucedió hace unos 800 millones de años. Según declaró Maloof en un comunicado de la universidad de Princeton, si pudieran recabarse más cantidad de evidencias de otros lugares del planeta, los científicos podrían formarse una idea de la capacidad del planeta para realizar este tipo de dramáticos cambios.
El equipo de investigadores de Maloof incluye a científicos de la Universidad de Harvard, del California Institute of Technology y del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Los resultados de sus investigaciones han sido publicados por el Geological Society of America Bulletin.
Giro de varios metros anuales
La hipótesis TPW difiere de la idea de la deriva continental o movimiento de los continentes. La deriva polar verdadera puede hacer girar al planeta entero sobre un lado varios metros cada año, manteniendo los polos en la misa dirección con respecto al sistema solar. Aún así, el proceso podría desplazar los continentes enteros desde los trópicos al Ártico o viceversa, en un tiempo relativamente corto desde el punto de vista geológico.
El concepto del desplazamiento magnético de los polos es más conocido, a pesar de que la TPW se planteó por vez primera a mediados del siglo XIX. Cuando, en los años 60 del siglo XX, se demostró que los continentes se movían como consecuencia de la tectónica de placas, los procesos dinámicos de la superficie terrestre fueron explicados, mientras que la teoría de la deriva polar verdadera siguió siendo indemostrable.
Según Maloof, los científicos hablan de la TPW en el caso de otros planetas, como Marte, pero los cambios constantes de contientes y placas oceánicas dificulta el hallazgo de evidencias del giro que el planeta pudo dar hace cientos de millones de años.
Pruebas magnéticas
Sin embargo, los sedimentos encontrados en Svalbard y analizados entre 1999 y 2005 por estos investigadores pueden servir como pruebas de la veracidad de dicha teoría. Se sabe que cuando las partículas pedregosas se hunden en el fondo oceánico forman capas de nuevos sedimentos. Pequeños gránulos magnéticos presentes en estas partículas se alinean con los campos magnéticos terrestres, por lo que se puede conocer la condición de éstos en cualquier época determinada con el estudio magnético de los sedimentos.
Según Maloof, en los sedimentos de Savalbard se encontraron ciertas anomalías que podían ser explicadas por varias razones, como una rápida rotación de las placas de la corteza terrestre sobre las que están las islas, pero ninguna de estas alternativas tenía tanto sentido como el de una posible TPW teniendo en cuenta el contexto geoquímico y los datos sobre el nivel del mar que aportaban las mismas rocas.
Este descubrimiento, podría explicar los extraños cambios químicos del océano ocurridos hace 800 millones de años, achacados por los científicos hasta la fecha a una posible edad de hielo. Sin embargo, no se han hallado nunca evidencias científicas de una edad de hielo acaecida hace 800 millones de años, asegura Maloof. Pero si todos los continentes, de repente, hubiesen girado y sus ríos hubiesen llevado el agua y sus nutrientes a los trópicos en lugar de al Ártico, por ejemplo, esto sí podría explicar los misteriosos cambios geoquímicos de la época que la ciencia ha intentado explicar.
Nuevas evidencias
Dado que todos estos datos se obtuvieron de las islas de Svalbard, Maloof señala que la siguiente prioridad es recopilar nuevas evidencias en sedimentos de la misma época pero de otros lugares del planeta. Pero esto resulta muy difícil por el hecho de que las rocas de ese tiempo han desaparecido como consecuencia de la superposición de las placas de la corteza terrestre, que se van acumulando unas sobre otras. Al parecer, el próximo objetivo es un lugar de Australia, en el que todavía podrían encontrarse piedras tan antiguas.
Según Maloof, no se podrá tener una certeza definitiva acerca de este tema hasta que no se hallen patrones similares en la química y el magnetismo de otros continentes. Las rocas de igual edad que aún se conservan en el interior de Australia podrían reservar en los próximos dos años, en los que los científicos se encargarán de estudiarlas, nuevas sorpresas que puedan validar la teoría.
La deriva polar ocurrió seguramente cuando la tierra firme de nuestro planeta se fundió para formar un solo supercontinente. Por eso, los científicos señalan que no parece que vaya a darse de nuevo, al menos no en un futuro próximo, en términos geológicos. Maloof señala que, hoy por hoy, la superficie de la Tierra disfruta de un equilibrio casi perfecto.
Fuente: Tendencias 21