Las actuales tendencias son incompatibles con un mundo sostenible y equitativo: los sistemas alimentarios siguen estando en situación vulnerable ante los riesgos climáticos, y las proyecciones de cambio climático señalan crecientes desafíos. Éstas fueron las principales advertencias que formuló Alex Ruane durante la 7ª Conferencia FAPESP 2024, cuyo tema fue: “Los cambios climáticos y la seguridad alimentaria”.
Ruane es investigador de la Nasa, la agencia espacial estadounidense, en la cual codirige el Grupo de Impactos Climáticos, y científico asociado del Centro de Investigaciones de Sistemas Climáticos de la Universidad Columbia, en Nueva York. Fue también el autor principal del capítulo 12 del Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC AR6), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con información referente a los riesgos climáticos.
Durante su disertación, el investigador hizo hincapié en la necesidad de una proactividad en el proceso de mitigación y adaptación, para lo cual las decisiones que se tomen ahora y durante los próximos diez años resultan cruciales. Y sostuvo que “los modelos agrícolas pueden ayudarnos a empezar a habilitar e implementar acciones de adaptación y mitigación que sean viables, equitativas y justas.”
En ese marco, Ruane afirmó que “el mundo le pide al sector agrícola que se haga cargo de un desafío cuádruple: aumentar la producción en forma sostenible para suministrarles alimentos sanos a las poblaciones en crecimiento y desarrollo, adaptarse a los cambios climáticos y a los extremos climáticos en curso, mitigar las emisiones de las tierras agrícolas y mantener los incentivos financieros destinados a la agricultura”.
El científico dio a conocer datos que muestran que los diez años comprendidos entre 2011 y 2020 fueron en promedio 1,1 °C más calurosos que el período 1850-1900. De no modificarse la tendencia actual, el mundo podrá superar durante la próxima década el umbral de 1,5 °C, a partir del cual se volverá excepcionalmente difícil afrontar la crisis climática. Se plantean así cinco escenarios, desde el más favorable, en caso de que el calentamiento se ubique por debajo de 1,5 °C, hasta uno calamitoso, en caso de que la temperatura media global aumente 4 °C o más.
En el peor escenario, la frecuencia de eventos extremos de calor podrá aumentar hasta 40 veces, con elevaciones de temperatura superiores a 5 °C y lluvias extremas que tenderán a ocurrir 2,7 veces más, con un incremento de las precipitaciones llegando incluso a superar el 30 %.
El investigador destacó que no es solamente el aumento promedio de la temperatura global lo que afecta a la producción agrícola y a la seguridad alimentaria, sino también los eventos extremos suscitados por la crisis climática, que ejercen un impacto directo sobre los cultivos.
Ruane reiteró el rol vital de los modelos climáticos y agrícolas en la planificación para el futuro: “Esos modelos permiten que los gobiernos y otras partes interesadas desarrollen estrategias de mitigación”. A su vez, discurrió sobre el proyecto Agricultural Model Intercomparison and Improvement Project (AgMIP), que él coordina y cuya misión consiste es mejorar significativamente los modelos agrícolas y las capacidades científicas y tecnológicas para evaluar los impactos de la variabilidad y el cambio climático y otras fuerzas motrices en la agricultura, la seguridad alimentaria y la pobreza a escalas locales y globales.
Un dato importante que el investigador consignó consiste en el hecho de que las adaptaciones necesarias para enfrentar los cambios climáticos requieren inversiones a largo plazo. Por ello, los formuladores de políticas y los inversores deben empezar a planificar ahora para garantizar que las infraestructuras y las tecnologías necesarias se encuentren disponibles en el futuro.
Durante la conferencia, también se abordó el tema de la justicia social en el contexto de los cambios climáticos. Ruane argumentó que las soluciones concernientes a los desafíos climáticos y de seguridad alimentaria “deben ser justas y equitativas, y deben asegurar que las poblaciones más vulnerables, que son las más afectadas por los cambios climáticos, cuenten con el apoyo necesario”. Y destacó que la justicia social no es solamente una cuestión ética, sino también una necesidad práctica para asegurar la sostenibilidad de las soluciones implementadas.
El disertante culminó reafirmando la urgencia de obrar desde ahora. Destacó que las decisiones que tomemos durante las próximas décadas serán cruciales para determinar el futuro de nuestro planeta y de las generaciones venideras. Y alentó a los participantes a pensar en soluciones innovadoras y a trabajar juntos para afrontar los retos que imponen los cambios climáticos y la inseguridad alimentaria, e hizo hincapié en la necesidad de la colaboración entre los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y la comunidad científica.
La conferencia contó con la presencia de Marcio de Castro Silva Filho, director científico de la FAPESP, y Carlos Alfredo Joly, miembro de la coordinación del Ciclo de Conferencias FAPESP 2024. Jurandir Zullo Junior, del Centro de Investigaciones Meteorológicas y Climáticas Aplicadas a la Agricultura de la Universidad de Campinas (Cepagri-Unicamp), hizo las veces de moderador.
Durante la apertura del evento, De Castro Silva Filho informó que, pese a que Brasil es el tercer productor mundial de alimentos, solamente detrás de Estados Unidos y China, el 20 % de la población del estado de São Paulo, el más rico del país, enfrenta algún nivel de inseguridad alimentaria. Y que el 3 % padece una inseguridad alimentaria grave. La buena noticia que brindó el director científico fue que la FAPESP está elaborando un nuevo programa enfocado en la seguridad alimentaria, que se desarrollará en sinergia con otras iniciativas existentes.
La 7ª Conferencia FAPESP 2024 – “Los cambios climáticos y la seguridad alimentaria” se encuentra disponible completa en:
Fuente: Agencia Fapesp