Europa es uno de los continentes más urbanizados de la Tierra, con casi el 75% de la población localizada en zonas urbanas y con más de una cuarta parte del territorio considerado suelo urbano. Para el año 2020 se estima que el 80% de europeos residirá en ciudades y que en siete países el porcentaje ascenderá al 90%.

Lo afirma la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) en un informe sobre la expansión urbana en Europa, en el que se advierte que esta expansión está descontrolada y que es rápida e ininterrumpida, por lo que se ha convertido en una verdadera amenaza para el equilibro medioambiental, social y económico del viejo continente.

Las ciudades crecen actualmente a un ritmo de más del 5% por decenio, siendo los lugares de mayor expansión aquellos con una elevada densidad demográfica (Bélgica, los Países Bajos, Alemania meridional y occidental o norte de Italia, entre otros) o con un crecimiento económico rápido (Comunidad de Madrid, Irlanda o Portugal).

Infraestructuras planificadas

El informe propone que las infraestructuras deberían formar parte de un enfoque global, que tenga en cuenta el verdadero impacto de las inversiones, con una identificación y contextualización de la problemática, de las medidas políticas (con evolución previa de dicho impacto), así como con un control de la efectividad de las medidas que se apliquen.

Por tanto, la expansión urbana debe ser parte de un desarrollo equilibrado, que reduzca los daños al medio ambiente. En la actualidad, las políticas de ordenación suelen ser reflejo de la lógica del mercado. Sería mejor que reflejasen una visión del desarrollo urbano, en la cual se integrasen plenamente las consideraciones ambientales y sociales en las políticas de ordenación territorial en todas las fases del ciclo, desde la identificación del problema y la formulación de las políticas hasta su aplicación y posterior evaluación, señala el informe.

Esto conllevaría varios beneficios, como la coherencia en todas las fases del ciclo político, una mayor cooperación entre organismos en todos los niveles de responsabilidad, la corrección de los fallos del mercado que favorecen la expansión urbana descontrolada, mediante estímulos relacionados con el precio del suelo en y entre zonas urbanas, así como en su entorno; comparación e intercambio de buenas prácticas para desarrollar ciudades más compactas, y creación de zonas verdes en las ciudades, entre otros.

Fuente: Tendencias21