El nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) ha generado impactos desiguales en los territorios urbanos brasileños. Las cifras de casos y de muertes por COVID-19 tienden a ser mayores en las áreas periféricas y en zonas que antes de la crisis global ya padecían problemas tales como la falta de viviendas dignas, el acceso deficiente al agua y al saneamiento, altos índices de polución del aire y contaminación del suelo.

“Puede decirse que el COVID-19 está mostrando de par en par nuestras iniquidades. Si bien el virus infecta a las personas indiscriminadamente, el impacto de la epidemia no es igual en el seno de la sociedad. Esto está apareciendo como un patrón fundamentalmente en Brasil, pero también se notan las desigualdades estridentes en las formas a través de las cuales la enfermedad está afectando a distintas poblaciones de Estados Unidos”, dice Pedro Henrique Campello Torres, investigador visitante en la Bren School of Environmental Science & Management, University of California Santa Barbara (UCSB), en Estados Unidos.

Desde el comienzo de la pandemia del nuevo coronavirus, Campello Torres reorientó la investigación posdoctoral que lleva adelante con una Beca FAPESP de Pasantía de Investigación en el Exterior (BEPE) hacia el análisis del impacto del COVID-19 basado en las características sociodemográficas y territoriales. En el proyecto original, el investigador comparaba los procesos de formulación de políticas públicas ambientales y sus efectos sociodemográficos en los distintos territorios urbanos del norte y del sur global.

De acuerdo con Campello Torres, la propagación del nuevo coronavirus en Brasil y en Estados Unidos tiende a potenciar los distintos impactos de las políticas públicas ambientales. “La planificación urbana y la ocupación de los territorios en una ciudad están directamente asociadas a las transformaciones económicas. Los procesos de reescalonamiento, tales como la especulación inmobiliaria y las políticas públicas habitacionales, son fundamentales para entender de qué manera se concreta el desarrollo desigual dentro de una misma ciudad”, dice.

De este modo, el patrón de propagación del SARS-CoV-2 requiere también de una reflexión sobre la planificación territorial y sobre temas ligados a las desigualdades socioambientales. “En Brasil, los casos empezaron en las clases más pudientes, hasta que la enfermedad se empezó a diseminar por los barrios de menores ingresos, que también son los más perjudicados con relación al acceso a los servicios de agua y saneamiento y a las condiciones básicas de habitabilidad. Y se unen a esto ciertos problemas preexistentes, tales como las enfermedades respiratorias, el dengue y tantas otras vinculadas a la falta de saneamiento, que vuelven a esas poblaciones más vulnerables todavía a la propagación del COVID-19”, dice Pedro Jacobi, supervisor del estudio posdoctoral y coordinador del Proyecto Temático intitulado La gobernanza ambiental de la macrometrópolis paulista ante los cambios climáticos.

Los investigadores afirman que más allá del tema del menor acceso a la salud entre las poblaciones más pobres de Brasil y de EE.UU., la propagación de la enfermedad está directamente ligada a la territorialidad. “Una enfermedad con fuerte carácter respiratorio tiene más impacto sobre una población que está expuesta a mayores niveles de contaminación y que padece comorbilidades tales como asma y neumonía, que están consideradas como factores de riesgo. Y hay otro problema: ¿cómo se les puede recomendar que se laven las manos varias veces al día como forma de prevención de la enfermedad si no tienen agua corriente ni mucho menos jabón?”, indaga Campello Torres.

El investigador remarca que la distribución territorial desigual de los riesgos ambientales –saneamiento, agua o contaminación– tienen efectos sobre la calidad de vida de los ciudadanos desde antes de la pandemia, no solo desde el punto de vista ambiental sino también desde la perspectiva social. “La noción de justicia ambiental nace en Estados Unidos con las investigaciones empíricas del científico social Robert Bullard [de la Texas Southern University]. Lo que se ve en estos estudios es que en áreas de contaminantes tóxicos [desechos industriales, desastres ambientales] había una predominancia de poblaciones afroamericanas, lo cual configura una desigualdad espacial en la ciudad”, dice.

De acuerdo con el investigador, en Brasil este concepto adquiere otras formas y proporciones, tal como en los casos de los damnificados por las represas en el estado de Minas Gerais, de los habitantes cercanos a la mina de explotación de uranio en la ciudad de Caetité, en el estado de Bahía, de los pescadores artesanales de la bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, de la población residente en favelas en áreas de riesgo por desmoronamiento o de las comunidades cercanas a los rellenos sanitarios.

En su investigación, Campello Torres comparará los datos referentes a muertes e infecciones provocadas por el nuevo coronavirus con base en índices socioambientales e información de geolocalización. La idea es verificar de qué manera impactaron los factores de vulnerabilidad habitacional en forma distinta sobre los diferentes territorios municipales de Brasil y de Estados Unidos.

“Existe un gran problema en lo que atañe al subregistro en ambos países. En Brasil, y también está el de la falta de transparencia en los datos por zonas de las ciudades. Y en Estados Unidos, se suma la ausencia de notificación de los casos de los inmigrantes ilegales, que carecen de seguro social y ni siquiera se los atiende en los hospitales, por ejemplo. El análisis de datos demanda un cuidado especial. Cotejaremos datos de participación agrupados por observatorios sociales y también investigaremos con base en la información que nos dan los habitantes para intentar contraponer esa ausencia de datos oficiales”, dice Campello Torres.

El investigador sostiene también que, en el caso del COVID-19, el problema no parece tener relación únicamente con la densidad poblacional. Grandes conglomerados urbanos como Tokio, Seúl, Hong Kong y Singapur registraron proporcionalmente menores cantidades de casos que ciudades con baja densidad de Europa o de Estados Unidos.

“En Brasil vemos un aumento impresionante de casos en áreas densificadas como Brasilândia y Paraisópolis [barrios periféricos de São Paulo], que también muestran una mayor vulnerabilidad social. Con todo, distintos ejemplos en el mundo muestran que la densidad poblacional no parece ser la villana de esta historia. En ciudades tales como Chicago y Nueva York y en California, donde vivo actualmente, las poblaciones más afectadas son precisamente las de los afroamericanos y los latinos, que no son las más numerosas. Es necesario poner la mira en las inequidades para entender qué está sucediendo”, dice.

Este texto fue originalmente publicado por Agencia FAPESP de acuerdo con la licencia Creative Commons CC-BY-NC-ND . Lea el original aquí.