La comunidad internacional reaccionó con perplejidad al empleo de un misil balístico para destruir un satélite meteorológico realizado la semana pasada por China, por el temor a que pueda desencadenar una carrera de armas en el espacio y a que los restos que han quedado en órbita puedan dañar los satélites de otros países.

China disparó, el jueves 11 de enero, un misil desde una base terrestre para romper en pedazos un viejo satélite, que se encontraba situado en una órbita de unos 850 kilómetros. Se trata aproximadamente de la misma altura a la que giran los satélites espía estadounidense.

Las autoridades estadounidenses afirmaron que han hecho llegar su preocupación al Gobierno de Pekín. Australia, Japón, Reino Unido y Corea del Sur se unieron a las protestas y mostraron su malestar.

Se trata del primero ensayo desde los años 80, cuando Estados Unidos y la entonces Unión Soviética destruyeron satélites en órbita. Ambos países pusieron fin a esta práctica, debido al problema de basura espacial que generaba y el consiguiente riesgo para otros satélites artificiales, tanto de uso militar como civil. El último lanzamiento de un misil con este fin lo llevó a cabo Estados Unidos en 1985.

Según los expertos, el satélite destruido por China -que tenía una masa de unos 750 kilogramos- puede haber quedado pulverizado en unos 800 fragmentos de más de 10 centímetros, cerca de 40.000 de entre 1 y 10 centímetros, y unos dos millones de más de un milímetro, la mitad de los cuales permanecerán en órbita más de una década. A las altas velocidades a las que giran, incluso los más pequeños tienen un alto poder destructivo.

Muchos satélites comerciales, militares y los utilizados para percepción remota dan vueltas a la Tierra en una órbita situada a unos 900 kilómetros. La Estación Espacial Internacional lo hace a 450 kilómetros.